Un robot humanoide con derechos de ciudadanía
En el mundo constantemente estamos haciendo avances importantes en el área tecnológica y científica. Uno de los campos destacables es la robótica, en la que las producciones cada vez más sorprenden por sus utilidades o su similitud con los humanos. Sin embargo, algunas decisiones con respecto a las novedades tecnologías nos llevan a repensar las implicancias para nuestro devenir como humanidad. Tal es el caso de una robot de la compañía Hanson Robotics de Hong Kong, que fue nombrada como la primera ciudadana no-humana de la historia. La humanoide responde al nombre de Sophia, y se ve, actúa y aprende como un humano.
"Me siento muy honrada y orgullosa de esta distinción única, es histórico ser el primer robot en el mundo en ser reconocido con una ciudadanía”, dijo durante la conferencia internacional de tecnología "Future Investment Initiative", en Arabia Saudita, que fue el país que le otorgó este beneficio, con una premura que le niega a los humanos.
El país del Medio Oriente busca diversificar el principio de su economía que está basada en el petróleo, tratando de comenzar en el camino de la innovación en tecnología. Además, en el evento internacional del que fue anfitrión, anunció la construcción de NEOM, una ciudad con robótica y energías renovables que llevará una inversión de 500 mil millones de dólares.
La robótica es una de las industrias en las que varios países apuestan para el futuro: naciones como Japón, China, Israel, Estados Unidos, Alemania, Francia y Corea, grandes compañías como Google, Honda o Toyota y los capitales de riesgos están invirtiendo inmensas cantidades en esa tecnología.
Según Alec Ross, uno de los mayores expertos en innovación de Estados Unidos, el mercado de la robótica para el consumidor ronda los 390 mil millones de dólares y para la robótica industrial hacia 2020, habrá otros 40 mil millones. Sostiene que en unos años, la robótica tendrá una dimensión y peso equivalentes a los de la Internet hoy. Sin embargo, pese al papel de la tecnología y la robótica, entregar la ciudadanía a una máquina con inteligencia artificial, es una decisión bastante cuestionable.
Como mínimo saltan dudas que nos hacen repensar el concepto de lo que significa ser ciudadano. Lo primero que se requiere es una identidad, sostenida en atributos humanos como huellas digitales o lazos familiares que hacen único a cada individuo, además, de su capacidad y consciencia de quién es.
Y si obviamos estos aspectos, cómo entender el funcionamiento de una máquina como ciudadana de un país. ¿Podría la humanoide casarse, votar, o ser candidato al servicio público? O podría tener hijos con derecho a una ciudadanía si reproducirse, como hacen algunos robots gracias a la impresión 3D?
Todo parece indicar que, o se obviaron estos aspectos o no se pensaron a profundidad, centrándose en el interés publicitario por sobre las verdaderas implicancias de la ciudadanía. La situación fue analizada por Hussein Abbass, especialista en Inteligencia Artificial, quien advierte en un escrito para el Foro Económico Mundial Abbas que uno de los conceptos más honorables de un ser humano, ser un ciudadano fue dado a una máquina y, como profesor que trabaja para hacer que la IA y los sistemas autónomos sean más confiables, no cree que la sociedad humana esté preparada para robots ciudadanos.
El experto explica que dar ciudadanía robótica es una declaración de confianza en una tecnología que considera que aún no es confiable, lo que trae inquietudes sociales y éticas que los humanos aún no estamos listos para manejar. Además, esto ocurrió en un país que busca mostrarse moderno hacia el exterior pero que a lo interno tiene un pasado más recalcitrante.
Así es como Sophia, una robot, pasó a tener más derechos que las mujeres de ese país, pues puede presidir una conferencia, mostrar su rostro, llevar ropa ajustada, responder preguntas, decidir por sí misma y coquetear con la audiencia. Mientras que las mujeres humanas de esa nación deben ir tapadas con velo, recurrir a su guardián al salir o tomar cualquier decisión y se las aleja del mundo de la formación y del trabajo, al margen de las grandes oportunidades.
Incluso como inmigrante, pues Sophia viene de Hong Kong, es una privilegiada, pues Arabia Saudita recibe una gran cantidad de inmigrantes que llegan como mano de obra barata y a quienes les resulta muy difícil pasar a obtener la ciudadanía saudí. Algunas de las quejas que circularon en redes sociales señalaban que el robot obtuvo la ciudadanía antes de los kafala, trabajadores con un visado especial, que han vivido en el país toda su vida.
Además, el país es también uno de los mayores mercados para la venta de seres humanos con fines de esclavitud. Según el último índice global esclavitud, 92 100 personas son sometidas a esclavitud. Esta decisión también es rompedora, pues Ross cita un estudio reciente que indica que en Medio Oriente, la gente se muestra abierta a robots que cuiden y limpien la casa, pero no a que desarrollen tareas más intimidantes y de mayor influencia.
Lo cierto es que, más allá de los beneficios y relevancia de los avances científicos, no se pueden obviar los derechos más elementales e inherentes a los humanos por entregárselos a una máquina, mientras que tecnología y beneficios sociales no vayan de la mano.