Una estrategia que todos usan
La educación es también un intento de influir y de controlar el pensamiento y la conducta, pero está orientado en tal forma que las personas que piensan y actúan están estimuladas para tratar de entender por sí mismas por qué hacen lo que hacen. No hay mucho que decir sobre lo que aparece en cada sistema de educación estatal adquiere formas más apropiadas a los propósitos de la propaganda. Ciertamente debe ser así, porque en las acciones generales las opiniones tienen que ser tomadas y adoptadas antes de que la inteligencia pueda estar lo suficientemente desarrollada para preocuparse demasiado sobre razones.
Sea en el caso del individuo o en el del grupo social, los primeros escalones de la educación deben estar muy cercanos a las formas características de la propaganda. LA realidad es que existe una diferencia vital entre la propaganda destinada a mantener para siempre al pueblo en su propio nivel, y la propaganda que está destinada a conducir a aquellos a quienes se dirige a través de los necesarios pasos preliminares hacia la educación.
Aparte de esto, existen razones poderosas para que ningún estado moderno pueda permitirse el descuidar la propaganda política. Los problemas prácticos que surgen como resultado de esto son, con frecuencia, de urgencia extrema, y no pueden aguardar a que el gran número de gentes que está naturalmente interesado en ellos haya tenido tiempo para apreciar y reflexionar sobre sus razones. Deben justificar esta política después de la decisión y deben hacerlo de manera pública. En realidad, la propaganda política, en la vida contemporánea, generalmente se desarrolla primero por el estado, dentro de él y para sus propios habitantes. No hay nada sorprendente en esto, puesto que, por razones que se aclararán más tarde en el presente estudio, la propaganda interna es mucho más fácil que la exterior, de modo especial en los estados altamente autárquicos. A pesar de ello, la propaganda política exterior tiene probablemente más importancia para cada gran grupo en la sociedad moderna, y el descuidarla puede llevar a ese grupo a un serio peligro.
Si la propaganda se usa como un primer auxilio a la educación en una comunidad relativamente atrasada, si toma la forma de una sugestiva declaración política dirigida a otros grupos de un nivel similar de cultura o si es un esfuerzo organizado para producir en todos los miembros del grupo mismo una opinión y una conducta uniformes, debe considerarse como un episodio, como un recurso necesario e interino.
Precisamente esto es lo que ocurre siempre que la propaganda política se convierte en un arma para uso del único partido dominante en el estado totalitario. Por tanto, cuando la propaganda se desarrolla vigorosamente en un estado de esta índole, hay siempre un enorme vacío implícito entre aquellos que controlan la publicidad y aquellos otros a quienes se intenta controlar por sus medios. A un observador superficial este vacío puede no parecer una posible línea de división desastrosa, pero ahí está. Es esta una de las cosas curiosas de la sociedad humana: donde son muy numerosas las probabilidades de división, la posibilidad de un rompimiento serio puede ser mínima, y donde las posibles líneas de división son pocas puede el grupo estar en verdadero peligro de un deterioro completo. Cuando las probabilidades de división son numerosas, si ocurre un rompimiento es posible que afecte solamente a individuos o a pequeños grupos de individuos, no causando mucho trastorno a la sociedad en general. Pero hay una o dos líneas de rotura posible, cualquier división real produce el desastre para el grupo entero.
La propaganda política usada por el partido único debe dirigir grandes masas de gente e intentar llevarlas a la uniformidad de acción y de opinión. Desde que el gran propósito es alcanzar resultados y no promover o estimular una comprensión de éstos, cuanto más fanática y entusiasta es el propagandista más muestra con sus métodos que él cree que los individuos a quienes ha de tratar constituyen un grupo de desgraciados y especialmente que están y estarán a un bajo nivel de desarrollo intelectual. Es verdad que uno de los trucos de su procedimiento es decirles que son mucho mejores que otras gentes, pero la realidad es que el truco entero de su método de atracción reside en arrogarse a sí mismo una superioridad que de modo permanente y último niega a los demás. Pretende que sólo él puede pensar en forma constructiva, que él posee los mejores sentimientos, que es suya la responsabilidad de la decisión, y que los demás únicamente tienen el derecho y la obligación de aceptar. Entre él y su público, dondequiera que pueda ser y de cualquier modo que el último pueda estar compuesto, hay un gran abismo, y la parte más ancha de ese abismo es la que marca la diferencia de inteligencias. Algunas veces defendida en alta voz, ésta es la pretensión siempre presente.